5 musas (por orden de admiración)

Volvamos a cambiar de objeto, ahora uno de real y físico, tocable y admirable (pese a que algunas descansen en el cielo bajo tierra). En este post hablaré de mis 5 musas favoritas, las que para mí (y no tienen que ser para vosotros) son las mujeres de las que no me he enamorado, pero podría haberlo hecho en caso de conocerlas, o quizás no. Todas me atraen por un motivo distinto y se complementan entre ellas. Dentro de esta lista han quedado fuera algunas, es cierto, incluso musas que viven a mi alrededor, pero bueno, eso forma parte de una intimidad que no viene al caso.

La grandeza de nuestros iconos personales reside en que nunca los habremos conocidos, y por este motivo siempre se no aparecerán como seres increibles o mágicos. Seguramente no habría nada peor que conocer a nuestras musas para desencantarnos, puesto que ellas son lo que queremos que sean, y nos devuelven una visión de nosotros mismos. Y aun así es bonito tenerlas. En fin, aquí van por orden ascendente de admiración -y que me perdonen Elena Anaya, Lisa Bonet y Ronnie Spector-.

5- Justine Frischmann

Personalmente, opino que las chicas nunca han estado tan bellas como a finales de los años 90': botas de media caña, camisetas de tirantes y collares ajustados. En esos días, Justine Frischmann era una de las musas. De adolescente me atrapó la imagen de una mujer con el pelo bastante corto y despeinado, labios sugerentes y que vestía de negro. Sin duda, esta chica judía de Middlesex quedaba muy lejos de la estética de las entonces famosas Spice Girls y, ante la diatriba de elegir entre un modelo u otro de chica, entre la spice pija (entonces nadie sabía su nombre) y esta chica con guitarra y rictus serio no hubo color: ¡¡la de la guitarra!!

Justine ofrecía un mundo de música, calles, besos en clubs, bandas y aventuras londinenses, todo lo que un adolescente podría pedir. Con el paso de los años abandonó Elastica, ayudó a la rapera M.I.A y actualmente se dedica a la pintura, mientras que yo sigo revisando sus videos los días de nostalgia y siempre le perdonaré haber plagiado a Wire en la canción “Connection”.

Para curiosos del corazón, diré que fue novia de Brett Anderson (Suede), Damon Albarn (Blur) y actualmente está casada con un profesor universitario de arte en Colorado.

4-Debbie Harry (Blondie)

Debes de ser mucha mujer para mantener a ralla a los Ramones, Richard Hell y a toda la horda punk que se reunía entorno al CBGB's a mediados de los años 70' en Nueva York. Lejos de ser un producto discográfico, Debbie Harry era una chica que llegó a la Gran Manzana después de ser conejita Playboy y camarera con la intención de hacer “algo” en el mundo de la música, y pese a que le costó, lo consiguió.

Empezó haciendo los coros en un grupo de tendencia garage mientras planeaba crear su propia banda con su pareja. Más tarde se convertirían en Blondie.

Esta banda empezó con un sonido pseudo-punk para terminar siendo un icono de la New Wave, y Debbie Harry continuó siendo adorable, manteniendo el espíritu que la llevó a NYC. Pese a que no fue santo de mi devoción desde que tengo memoria de ella, lo cierto es que cada año iba dando un pasito para conquistarme, ya que pocas cantantes con un sex-appeal como el suyo saben reirse de su condición, mostrándose irónica sobre su aspecto de chica de portada pero al mismo tiempo provocándolo, siendo adorable y frívola. Es cierto que no sabe cantar ni bailar ni esconde un gran talento pero decidió hacerlo todo y no le ha ido nada mal.

La leyenda dice que Patti Smith la odiaba (mala es la envidia) y se reía de ella alegando que no era inteligente, pero a veces la sabiduría no se esconde en los libros sino en tus actos..

3-Shannyn Sossamon

Tardé en descubrir esta actriz llena de mezclas raciales, pero he de reconocer que fue un flechazo, un amor a primera vista que todavía perdura. Apareció en mi televisor a través de Las reglas del juego (The Rules of Attraction), con su pelo corto y paseando por esas enormes universidades americanas. La atracción fue en aumento investigando sobre ella y descubriendo que había sido DJ, aunque debo admitir mi desilusión al saber que ya tiene pareja, su nombre es Dallas Clayton, eso fue una traición, quizás si me hubiera llamado Barcelona o Bilbao, pero claro llamándome Joan ya se sabe.

Aun así sigo viendo cualquier película de ella que caiga entre mis manos, por mala que sea y pese a que ella nunca ganará un Óscar por su actuación, pero eso es lo de menos, sus labios y su sonrisa compensan todo eso.

Por cierto, está mucho mejor con el pelo corto que largo.

2-Jean Seberg (en el papel de Patricia)

He aquí, sin discusión posible, la mejor nuca de la historia del cine y no admitiré opiniones contrarias.

Sinceramente, admito tener cierta deferencia hacia las chicas problemáticas que sólo traen dolores de cabeza pero que te conquistan con una sonrisa y una nuca. Desde el primer minuto sabes que no te conviene y nada bueno saldrá de esa conversación, pero pese a ello caes. Esa clase de chica es Jean Seberg en À bout de souffle (1960), quien lleva a la perdición al entrañable macarra de Jean Paul Belmondo. Pero no le culpo, a veces el camino a la condena está iluminado por una sonrisa que, pese a saber donde nos lleva, compensa el mal trago final. Más allá de la actriz, nos enamora el personaje (nunca ha estado tan preciosa como en esa película).

Jean Seberg es la imagen de la bohemia parisina que nunca tendremos pero que hemos idealizado, una chica con la que nos encantaría pasear escuchando sus horribles y vacíos comentarios y, pese a ello, sonreir cuando hable, imaginando en vano que un día se convertirá en algo especial.

¿Es mejor despertar con una preciosa sonrisa al lado o estar horas hablando sobre cosas apasionantes? Yo no renuncio a tener ambas.

1-Audrey Hepburn

Para su película Always, Steven Spielberg necesitaba un personaje que interpretara nada más ni nada menos que a Dios. Durante la selección de personajes Spielberg y su equipo de cásting estaban dándole vueltas y prbando nombres que a unos gustaban pero otros ponían pegas. De repente alguien sugirió el nombre de Audrey Hepburn y hubo un silencio. Exacto, si ha habido alguien que exale paz y bondad (lo que debería ser Dios) esa fue Audrey Hepburn.

Si Jean Seberg tiene la mejor nuca de la historia del cine, Audrey Hepburn tiene la mejor sonrisa. Nadie como ella sabe hacerlo desde dentro como lo hace ella. Cuando lo hace no podríamos ir donde ella quisiera. Pero lejos de quedarnos con la imagen frívola, sofisticada y casi “pija” que nos quieren vender hoy en día de su imagen, cabe recordar que Audrey, de origen belga, ayudó a la resistencia mientras vivía en Holanda.

Mi escena favorita siempre ha sido aquella en que canta Moonriver en el alfeizar mientras es observada por “Annibal” Peppard. Esta canción estuvo muy cerca de ser cortada por algún desaprensibo pero entró finalmente en el montaje. Esa imagen, especialmente cuando sonríe a el escritor frustrado que es Peppard, es para mí lo que la vida debería ser a cada minuto, un estado de calma y bondad reflejado en unos labios. Un buen remedio para días grises.

Hace años que esta sonrisa me persigue o, mejor dicho, que la persigo por todas partes.